¿Qué es la ansiedad y por qué tengo? La ansiedad es un mecanismo de defensa natural que nos prepara para responder a una amenaza anticipadamente. Por ejemplo, nuestro corazón se acelera para estar listos para correr y huir ante un tigre. Lo que ocurre es que nuestro cerebro no distingue entre un peligro físico real o una amenaza propia del mundo moderno (por ejemplo, un examen). Por eso mismo, aunque no haya necesidad de salir corriendo, la ansiedad se manifiesta físicamente como aceleración de las pulsaciones, respiración agitada, palpitaciones, tensión muscular, etc. Así como las consecuencias de esta preparación: presión en el pecho, sensación de ahogo, mareos, náuseas, entre muchos otros síntomas.

En terapia se busca entender el origen de la ansiedad, analizando cómo se manifiesta y en qué contexto surge. Más importante aún, se aprenden estrategias para saber identificar, prevenir y contrarrestar la ansiedad.

¿Sirve para algo estar triste? A priori puede parecer que no: 

• No tener ganas de hacer nada
• Que los días se hagan muy largos
• Perder el interés por hacer cosas
• Sentirse desanimado y fatigado
• Dificultades para concentrarse
• Pensamientos negativos sobre la vida
• Pensamientos negativos sobre uno mismo…

Todos estos son indicadores de un estado de ánimo bajo pero ¿realmente todo esto tiene alguna función? La tristeza (o depresión cuando es muy profunda) es desagradable pero, como todas las emociones, tiene una función. La tristeza pretende hacernos parar el ritmo: nos «invita» a conservar nuestra energía y por eso nos quita las ganas de hacer cosas. Nuestro cerebro ha valorado que algo no está bien: se requiere reflexionar y buscar apoyo para encontrar soluciones y hacer cambios.

En terapia se trabaja conjuntamente para entender el origen del bajo estado de ánimo y se aprenden estrategias para contrarrestar el desánimo y el cansancio.

El estrés nos mantiene alerta y nos activa para dar respuesta a una amenaza real presente, concreta y reconocida. El estrés no es malo, nos proporciona energía para afrontar la situación y, una vez finalizada la situación, este desaparece. No obstante, demasiado estrés de golpe (muchos estresores a la vez) o de forma sostenida (estresores constantes y mantenidos en el tiempo) tiene efectos negativos para nuestra salud física y mental. Por ejemplo, el estrés prolongado está asociado con la muerte de neuronas en regiones importantes para la memoria, el aprendizaje y la regulación emocional. También tiene efectos más físicos, como problemas intestinales, dolor abdominal, insomnio, aumento de la presión arterial, supresión del sistema inmunológico entre muchos otros. El estrés no es ninguna tontería.  

En terapia, una parte del trabajo se dirige a comprender el origen del estrés e integrar habilidades para gestionar los distintos estresores. Esto puede implicar evaluar cómo nosotros hacemos frente a los distintos focos de estrés, así como desarrollar habilidades de organización, asertividad y delegación. Otra parte del trabajo se dirige a la importancia de priorizar nuestra salud y bienestar por encima de otras cosas que a priori pueden parecernos muy relevantes. Por ello, parte de la terapia se centra en desarrollar estrategias de cuidado personal adaptadas a las exigencias del entorno.

El miedo es una emoción simple de entender: nuestro cerebro ha asociado un estímulo (una situación, una acción, un objeto, un animal, etc.) como algo potencialmente peligroso o dañino y, por ende, nos hace querer evitarlo. Hay miedos que prácticamente tenemos todos: miedo a la muerte, al rechazo, a la soledad, etc. Tener miedo no es algo malo per se. El problema viene cuando se experimenta miedo hacia algo que no es realmente peligroso o, también, cuando existe un miedo intenso que no permite a la persona funcionar con normalidad o le genera un malestar intenso.

En terapia, se coopera para comprender el funcionamiento del miedo y eliminar la asociación que se ha hecho con el estímulo. Este proceso, puede requerir hacer frente al miedo, por ello, se practican herramientas que permiten disminuir la ansiedad y estrés que aparecen.

Los pensamientos obsesivos son patrones de pensamiento intrusivos y persistentes que generan malestar significativo en la vida diaria. Pueden ser sobre preocupaciones, imágenes o impulsos no deseados que la persona siente que no puede controlar. Estos pensamientos suelen interferir en el funcionamiento normal de la persona, causando ansiedad y frustración.

En terapia, se trabaja para comprender la naturaleza de estos pensamientos, identificar sus desencadenantes y aprender estrategias para manejarlos de manera más efectiva, con el objetivo de reducir su frecuencia e intensidad.

El duelo y las pérdidas son procesos naturales y dolorosos que experimentamos ante la muerte de un ser querido, la ruptura de una relación, la pérdida de un trabajo u otros eventos significativos. Durante este proceso, podemos experimentar una amplia gama de emociones, como tristeza, ira, confusión y soledad. El duelo, a pesar de lo que se cree, no tiene unas fases claras establecidas. No obstante, sí existen diversos procesos que la persona debe ir desarrollando poco a poco para evitar que el duelo se estanque y se dé un duelo complicado.

En terapia, se aprende cómo funciona el duelo y los procesos que van teniendo lugar tras una pérdida. De esta forma, en las sesiones se brinda apoyo emocional para procesar el duelo de manera saludable. Esto implica que la persona se pueda permitir experimentar tanto el dolor de la pérdida como los momentos de bienestar, corrigiendo creencias invalidadoras como «Ahora tengo que ser fuerte» o «No debería estar feliz». De esta forma, se facilita la adaptación a la nueva realidad tras la pérdida.

Las dificultades relacionales abarcan una variedad de problemas que surgen en las interacciones con otras personas, ya sea en relaciones de pareja, familiares, amistades, en el ámbito laboral o en general. Estas dificultades pueden manifestarse en problemas para comunicarse o expresarse, conflictos y discusiones, inseguridad o falta de establecimiento de límites, entre otros.

En terapia, se trabaja para identificar patrones de relación poco saludables, mejorar las habilidades de comunicación, resolver conflictos y fortalecer las relaciones interpersonales, con el objetivo de cultivar relaciones más satisfactorias y funcionales.

La autoestima se refiere a la valoración que hacemos de nosotros mismos. Una autoestima saludable implica sentirnos dignos, capaces y merecedores de amor y respeto, tanto de los demás como de nosotros mismos. Sin embargo, la autoestima es algo que fluctúa, de hecho, unos días puede estar más alta, otros más baja o variar en un mismo día. Esta varía en función de nuestras experiencias, comparaciones con otros, críticas internas o externas, entre otros factores. En ocasiones, la baja autoestima se debe a percepciones erróneas sobre uno mismo o, también, a valoraciones poco objetivas debido a los modelos de referencia.

En terapia, se trabaja para comprender la naturaleza de la insatisfacción y las valoraciones personales. Es importante entender por qué valoramos lo que valoramos, qué importancia le damos a los distintos aspectos y por qué. Por ello, se busca identificar y desafiar creencias negativas sesgadas sobre uno mismo. 

El autocontrol hace referencia a la capacidad de resistir la urgencia de realizar un comportamiento impulsivo o placentero a corto plazo, pero potencialmente perjudicial a largo plazo. Esto puede incluir acciones como:

• Comer en exceso
• Comprar o gastar innecesariamente
• Distraerse con pantallas
• Fumar o beber alcohol
• Participar en juegos de apuestas

Todas estas acciones son placenteras y, por ello, tienden a repetirse y convertirse en un hábito. Esto puede provocar problemas en diversas áreas de la vida, como las finanzas, las relaciones interpersonales o la salud mental y física.

En terapia, se trabaja para identificar los desencadenantes y las emociones subyacentes que pueden contribuir a estos comportamientos. Asimismo, se desarrollan estrategias para aumentar la conciencia y el autocontrol, y se promueven hábitos de vida saludables y gratificantes; así como una toma de decisiones más reflexiva y consciente.